lunes, 20 de febrero de 2012

De cuando namaste pasó a ser sawadee krap


Casi ha pasado una semana desde mi llegada al país de las sonrisas. Casi siete días desde que dejé India con el buen sabor de boca que me dejaron mis amigos de Mumbai haciéndome una fiesta de despedida que estoy seguro de que nunca la olvidaré. Por eso antes de pasar página y país quiero desde aquí dedicarle a mi gente de la caótica Bombay mi más sincero agradecimiento por haberme hecho vivir  una sensación contradictoria que iba desde la mayor de las ilusiones por llegar a Tailandia hasta una pena enorme por separarme de ellos y de ellas. Vivimos juntos momentos de los que uno se lleva en la mochila de los recuerdos. Gracias de todo corazón.
Ahora es momento de escribir otro capítulo, otra historia de mi vida en un país que desde el primer momento que lo pisé me enamoró. Llegué a Bangkok con la ilusión de un niño que espera a los Reyes Magos, con la certeza de que el cambio que estaba a punto de experimentar iba a cambiar mi vida para siempre. Un país soñado convertido en realidad. Un pequeño paso para un hombrecito pero un gran paso para mi humanidad.
La excitación que experimentaba iba in crescendo a cada milla que el avión se acercaba a Tailandia. Atrás se quedaba India, con su curry, sus olores, sus gentes y una experiencia vivida inolvidable. Se abría una nueva puerta y allí estaba mi amigo Gus para facilitarme la llegada y enseñarme los entresijos de una ciudad en la que lo que más me ha llamado la atención es la educación de la gente que en ella habita. Pero todavía no era tiempo para Bangkok. Venía de la inmensa India, y necesitaba un poco de tranquilidad así que como buen hijo de vecino me tomé unas vacaciones y huimos de la gran ciudad para refugiarnos en  una isla paradisíaca; su nombre Koh Phangan. Palmeras dando  sombra en playas de aguas cristalinas hacen que los biorritmos bajen a niveles muy por debajo de lo normal. Lo notas al caminar, ya que tus pasos son lentos y llenos de armonía, como si la prisa de la gran urbe se escondiera para dejar paso a la tranquilidad absoluta. Desde que llegue todavía no escuché a los coches pitar, y eso, eso no tiene precio.
Desde aquí os invito a vivir esta nueva experiencia conmigo, intentaré que con mis palabras podáis disfrutar de este mágico país y viváis cada rincón que recorra intentado acercaros lo más posible a la cultura tailandesa, rica en gastronomía, arte y como ya os dije antes, rica, muy rica en sonrisas, algo que a día de hoy es bastante difícil de encontrar.
Bienvenid@s a Bangkok, un nuevo mundo por descubrir que espero que sea del agrado de cada un@ de vosotr@s.





SAWADEE KRAP