viernes, 9 de marzo de 2012

A pie de calle


Dicen las buenas lenguas que después de la tempestad llega la calma. Me gustaría rectificar, si es posible, y deciros que después de la calma hay que volver a la tempestad. Se han acabado las vacaciones por aquellos parajes paradisíacos y ya de vuelta a la gran ciudad me he perdido por sus enormes avenidas y estrechas callejuelas en busca de nuevas aventuras.

Bangkok es impresionante, es una mezcla de gran ciudad con aires de pueblo pesquero, y nada más lejos de la realidad, ya que el mar por aquí ni se asoma. Sus enormes canales recorren la ciudad y permiten que te muevas por ellos en barcas a motor que puede que me doblen en edad. Bangkok es la ciudad de los rascacielos. Allá donde estés sólo tienes que levantar la vista para toparte con uno de estos gigantes que parece que te quisiera aplastar con sus alargados metros convertidos en casas. Muchas veces he escuchado que la ciudad X nunca duerme. Lo he escuchado de Madrid, de Nueva York y de otras cuantas urbes más, y Bangkok no iba a ser menos. A cualquier hora del día o de la noche la ciudad está viva. Lugareños, turistas, buscavidas, sin techo, gente que madruga para ir a trabajar y trasnochadores laborales que vuelven a casa después de  su turno cuando el gallo anuncia la llegada de un nuevo día. La cuestión es que en cualquier momento aprecias vida en cada rincón, en cada esquina. Una ciudad en la que los perros y los gatos campean a sus anchas; animales callejeros pero respetados. Te puedes encontrar un perro durmiendo en la calle que nadie le va a molestar, simplemente le esquivan. El respeto es una de las bases de esta cultura.
Puestos callejeros que emanan un olor irresistible; comida fresca que espera a ser devorada por los millones de personas que habitan aquí. Puede ser que una ciudad con casi diez millones de habitantes pueda resultar caótica pero este no es el caso. Parece que todo lo que aquí ocurre es por algo. Un sábado me acerqué a unos centros comerciales del centro de la ciudad; no podría decir el número de personas que allí se congregaban pero creerme si os digo que eran cientos de miles; todos en fila, sin empujones, sin gritos. No me lo podía creer. Un caos enorme conviviendo con la mayor de las organizaciones. Lo mejor de todo es que te separas unos metros del barullo y tienes largas avenidas para caminar sin el olor a multitudes de una gran ciudad.
Un país divertido, con cosas tan extrañas como un canal de televisión veinticuatro horas en el que te permiten ver la vida de un oso panda…¡¡¡24 horas viendo a un oso!!! Bueno, supongo que será más ilustrativo que ver a una pandilla de mangantes metidos en una casa jugando al gran hermano… Un país tan divertido como que enfrente de mi casa hay un taller de coches que al caer el sol se convierte en restaurante con una sopa riquísima. Todo son contrastes, todo nuevas sensaciones muy alejadas de la realidad de mi tierra; y eso me encanta.
Y hablando de mi tierra, un nuevo asturiano ha llegado a este mundo. Ya es la segunda vez que me toca estar lejos de los míos cuando la familia crece. Mi querido Miguelín nació ayer, un nuevo miembro en la camada, un nuevo sobrino al que estoy como loco por conocer. Desde aquí envío a mi hermano al que tanto echo de menos, a mi cuñadina, a mi querida ahijada, que me rompe el corazón cada vez que me pregunta que cuando voy a ir a verla, y a esa nueva personita que ha llegado sana y salva y que ya, sin haberlo visto,  ha robado parte de mi corazón, toda la suerte y la mayor de las felicidades en esta nueva vida que acaba de comenzar. Sabéis que aunque esté lejos siempre os llevo dentro de mi, vaya donde vaya siempre estaréis a mi lado.
Intentaré actualizar más a menudo, pero de verdad os lo digo, que es que el tiempo se me escapa de las manos, cada minuto se esfuma sin que apenas pueda dedicaros una simple hora para poneros al corriente de lo que aquí sucede.
Mucha suerte y salud!!






FELIZ FIN DE SEMANA :)

lunes, 20 de febrero de 2012

De cuando namaste pasó a ser sawadee krap


Casi ha pasado una semana desde mi llegada al país de las sonrisas. Casi siete días desde que dejé India con el buen sabor de boca que me dejaron mis amigos de Mumbai haciéndome una fiesta de despedida que estoy seguro de que nunca la olvidaré. Por eso antes de pasar página y país quiero desde aquí dedicarle a mi gente de la caótica Bombay mi más sincero agradecimiento por haberme hecho vivir  una sensación contradictoria que iba desde la mayor de las ilusiones por llegar a Tailandia hasta una pena enorme por separarme de ellos y de ellas. Vivimos juntos momentos de los que uno se lleva en la mochila de los recuerdos. Gracias de todo corazón.
Ahora es momento de escribir otro capítulo, otra historia de mi vida en un país que desde el primer momento que lo pisé me enamoró. Llegué a Bangkok con la ilusión de un niño que espera a los Reyes Magos, con la certeza de que el cambio que estaba a punto de experimentar iba a cambiar mi vida para siempre. Un país soñado convertido en realidad. Un pequeño paso para un hombrecito pero un gran paso para mi humanidad.
La excitación que experimentaba iba in crescendo a cada milla que el avión se acercaba a Tailandia. Atrás se quedaba India, con su curry, sus olores, sus gentes y una experiencia vivida inolvidable. Se abría una nueva puerta y allí estaba mi amigo Gus para facilitarme la llegada y enseñarme los entresijos de una ciudad en la que lo que más me ha llamado la atención es la educación de la gente que en ella habita. Pero todavía no era tiempo para Bangkok. Venía de la inmensa India, y necesitaba un poco de tranquilidad así que como buen hijo de vecino me tomé unas vacaciones y huimos de la gran ciudad para refugiarnos en  una isla paradisíaca; su nombre Koh Phangan. Palmeras dando  sombra en playas de aguas cristalinas hacen que los biorritmos bajen a niveles muy por debajo de lo normal. Lo notas al caminar, ya que tus pasos son lentos y llenos de armonía, como si la prisa de la gran urbe se escondiera para dejar paso a la tranquilidad absoluta. Desde que llegue todavía no escuché a los coches pitar, y eso, eso no tiene precio.
Desde aquí os invito a vivir esta nueva experiencia conmigo, intentaré que con mis palabras podáis disfrutar de este mágico país y viváis cada rincón que recorra intentado acercaros lo más posible a la cultura tailandesa, rica en gastronomía, arte y como ya os dije antes, rica, muy rica en sonrisas, algo que a día de hoy es bastante difícil de encontrar.
Bienvenid@s a Bangkok, un nuevo mundo por descubrir que espero que sea del agrado de cada un@ de vosotr@s.





SAWADEE KRAP